Por Antonio Alemán

Director General y Consejero Delegado en industrias de Informática y Telecomunicaciones

@elmalabar_AA

LinkedIn: /antonioalemantorres/

Recurro con mucha frecuencia a la mediocridad porque me parece que es un mal endémico de nuestra sociedad que se manifiesta en nuestras empresas y que entorpece, en el mejor de los casos, o arruina un proyecto empresarial. Leo de vez en cuando artículos de Jorge de los Santos y este que os adjunto me ha ayudado a definir con mayor precisión las consecuencias del virus de la mediocridad. 

El artículo en general no tiene desperdicio, pero esta sentencia que he entresacado da en el clavo en la explicación de lo que genera el mediocre con galones:

«El mediocre solo es capaz de reconocer (y poner en valor y emparentarse) a otro mediocre, y como sucede en las lógicas de la corrupción, irradia. Donde hay un mediocre seguro que habrá más porque antes de alcanzar su punto de máxima incompetencia (el principio de Peter en las jerarquías laborales) habrá hecho escalar y prosperar a otros semejantes, habrá generado una infraestructura de mediocres alrededor.»

Intereses personales vs. Intereses de la empresa

Me sorprende que la irradiación de partículas negativas sea mucho más eficiente que la dispersión de las positivas y, sin meterme en disquisiciones, me atrevería a decir que lo que juega como elemento diferencial es el rechazo hacia los mensajes positivos, pero con coste personal, frente a la receptividad hacia aquello que me facilita la vida y el coste para mi empresa.

Poner los intereses de la empresa por delante de los personales es puro sentido común porque si a mi empresa no le va bien, a mí me acabará yendo mal (bueno, regular) porque mis mecanismos de autodefensa en un mundo de buenismo y las políticas de subsidio pueden aliviar la situación.

La falta de exigencia, las grandes citas históricas como “el trabajo es un castigo divino” y algun gen que debemos de tener, son el cocktail para “no vivir para trabajar, sino trabajar para vivir”. Expresión técnicamente correcta, con la que estoy de acuerdo pero que con unas cuantas capas interpretativas acaba siendo un “que curren ellos que se lo llevan crudo, que para lo que me pagan ya les vale”.

Si la cuenta de resultados de tu compañía va mal, no hagas nada de lo que te dicen los libros: análisis de mercado, reposicionamiento, cambio de estrategia… olvídate. Haz una PCR a tus managers.

La figura de los managers

Reconozco que ser un buen manager no es fácil cuando tienes la voluntad de serlo, pero desde luego si consideras que serlo consiste en disfrutar de unos privilegios para vivir mejor, entonces la cosa se convierte en imposible. Y aquí la teoría de Jorge de los Santos campa por sus respetos.

Parece que la vacuna contra el covid funciona y permite a la humanidad convivir con el virus sin que los estragos sean catastróficos. Ese tipo de vacunas no existe frente a la mediocridad y, por tanto, se hace imposible que una empresa esté sana cuando sus managers dan positivo en mediocridad ya que las tasas de contagio se disparan.

Si la cuenta de resultados de tu compañía va mal, no hagas nada de lo que te dicen los libros: análisis de mercado, reposicionamiento, cambio de estrategia… olvídate. Haz una PCR a tus managers y a los que den positivo -que serán casi todos- ponles en tratamiento un tiempo prudencial y con quien no reaccione inicia un proceso de desvinculación. Ah, y por vergüenza torera vete de la compañía porque tú como director general has sido el que has traído el bichito.

Las start up y compañías de nueva creación nacen sin contaminación, son espacios limpios pero no inmunes, suelen tener gente talentosa y joven y, por tanto, difíciles de contagiar por el virus de la mediocridad.

Pero ojo que hay más virus -como el de la arrogancia-, y hay un déficit de atención a la creación de una organización eficiente en favor de la componente técnica o tecnológica del negocio. Y este déficit puede abortar grandes business plans por mala operación en general y falta de clientes en particular.

San Agustin también le da un capón a los mediocres y les quita la excusa de los malos tiempos señalándolos a ellos, los mediocres, como los malos:

 “Los hombres dicen que los tiempos son malos, que los tiempos son difíciles: vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos: así como nosotros somos, son los tiempos” (S. Agustín, Sermón 8,8).

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